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Sólo un sueño. (microrrelato)

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- Lista el agua para los mates.   Su voz me exaltó ¿había escuchado bien? Con temor, seguí ese sonido que tanto conocía y recién cuando la vi, caí en cuenta de donde estaba.  Era su cocina, con la misma calidez de siempre, su mesa redonda en un extremo, y las puertas de madera, abiertas par en par, donde se veía una rosa china que adornaba su patio.  Ella estaba radiante, sostenía su mate de madera con una mano y con la otra me señalaba una silla para que la tomara. Vestía una pollera a la rodilla marrón, una blusa a tono y sus características zapatillas blancas.  Tomamos asiento al mismo tiempo, todavía no daba crédito de lo que estaba pasando. La observé un poco más. Sus rulos rubios estaban más brillantes que nunca, tenía perfectas sus manos con una manicura casi profesional, como era habitual. Las arrugas en su rostro parecían haberse detenido y sus ojos celestes eran aún más luminosos de lo que los recordaba.  -¿ Esto es real? - Atiné a decir.  -¿ Eso importa? - Me respondió. Y

¿No se puede vivir del amor?

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La desilusión duele . Y mierda que lo hace. Nos tiramos a ese pozo, casi por decisión propia, idealizando momentos, personas.  Cuando le tomamos el gustito y nos escapamos a ilusiones construidas, la vuelta a la “realidad” se siente angustiante, pesada. ¿No les pasó despertarse de un sueño mágico y sentir ese nudo raro, incómodo y punzante en el estómago?  ¿Levantarse en automático, cumplir con el día, pero seguir deseando que el idílico se concrete?   No parece extraño querer vivir en ese mundo, cortar la delgada línea de la cordura , y zambullirse de lleno en ese mar, que a pesar de saber que no es “real” , se siente como tal. Porque las emociones lo son, la imaginación te hace volar y como en un simulador, se perciben sensaciones y sentimientos ideales .  Ya lo dijo el Salmón “es tan fácil perder la razón, no se puede vivir del amor” (o la ilusión). No, no se puede vivir de ellas, pero vamos saltando de una a otra, descubriendo que la “verdad” en algunas es mejor de lo que e

Gritá, escribí.

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Los silencios pesan. Cuando las palabras no logran salir, se quedan atoradas  en la garganta y las emociones terminan brotado por otros lados. El solo escuchar termina cargandote de todo aquello que hubieras preferido no oír. Te convences que estas haciendo bien en no decir, sin embargo sabes que aunque no conozcas del todo la causa, no podes emitir sonido. ¿Hasta dónde está bien involucrarse? ¿Hasta que punto sos egoísta o estás cuidando tu salud mental, cuando no lo haces? A veces optas como mecanismo de defensa el silencio: ¿para qué llenar de más ruido el afuera?. Pero llegas al limite donde necesitas expresar, así lo no dicho te deja de comer por dentro. El deseo de que todo se repare es una forma de hacerlo. Aunque las partes no se puedan unir y necesites aprender a vivir con eso. Terminas concluyendo que siempre es mejor proclamar, a tu tiempo, con tus modos y formas, el mundo no va a dejar se girar al hacerlo. Gritá, escribí, el poder radica en sacar toda la mierda de aden

"El que no arriesga no gana", dijiste. (Microrrelato)

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 -¿A qué le tienes miedo?, me preguntó. Y sus ojos marrones profundos se se encontraron con los míos.  -A mi. A mi, enamorada de vos, no me conozco en ese estado.  Se levantó de la cama, y se vistió mientras yo esperaba expectante su respuesta. Antes de irse se acercó, me besó en la frente y me dijo:  -Todos tus estados son cautivadores.  Cuando salió de la habitación, todavía no sabía como sentirme. Todo esto era nuevo para mi.   Había anhelado experimentar esas sensaciones que vemos en las películas: las mariposas en la panza y la piel de "gallina", pero ahora no podía identificar que era lo que me provocaba esta situación.  El misterio que Bruno significaba para mí, me producía tanta curiosidad como temor: ¿era capaz de lanzarme sin pensarlo tanto?  ""El que no arriesga no gana", dijiste "El que arriesga puede morir por amor" te dije y comprendiste que no iba a ser yo(...)" dicen Las Pastillas del Abuelo en una de sus canciones, y yo en ese m

¿Destino? (Microrrelato)

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Borró y volvió a escribir. Lo leyó. Lo releyó. Lo borró.  No estaba seguro de cómo decirlo, nisiquiera sabía que decir.  Habían hablado tantas veces, pero esto era diferente y no encontraba las palabras precisas para describirlo.  Todo sucedió tan rápido, y a pesar de que le bastó con verla para volver a sentir, la voz en su cabeza le impedía proseguir.  Su mente volvió a recorrer ese instante, y la sensación fue la misma: se le heló la sangre cuando apareció tan segura y con su caminar tan único y particular.  ¿Cómo podía ser que después de tanto, le provocara lo mismo? El poder seguía siendo suyo y eso le molestó. ¿Qué respuesta esperaba recibir? ¿Acaso ella haría lo mismo? ¿Lo había visto?  Dejó de insistir, apartó el número que le brindaron en recepción y mirándose en el espejo se dijo: "basta Pedro, se acabó".  Volvió a contemplar el mar que la vista de su habitación le regaló, y decidió no hacerle caso al destino caprichoso que los juntó.  ... ¿cuánto podía durar esa de

De sensaciones y sueños (microrrelato)

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Ámbar despertó con una sensación dulce en el cuerpo, la que provoca recordar un buen sueño.  Pareció tan real, que podía jurar que había percibido el tacto de sus manos, sobre las suyas.  De un instante a otro la invadió la angustia, esa que deja el comprender que las fantasías sólo pasan por la mente.  Lo que la impulsó a tomar su celular y sin pensarlo le escribió:  "Soñé con vos, apareciste en mi inconsciente con tu imagen tan segura, e irreverente que fue imposible confundirte.  Me vuelve loca no poder controlar mis sueños, encontrarte en ellos y desear no despertar.  Quizás esto no tenga ningún sentido, pero no quiero quedarme con la incertidumbre de no decirte".  Los dos tildes de confirmación de entrega la hicieron experimentar una tranquilidad, que le resultó extraña.  Su ansiedad se dispersó, y sin importar si recibía una respuesta o no, se creyó valiente.  Acompañá este relato con buena música:  Safe and sound - Capital Cities

Dejar volar la imaginación (microrrelato)

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A ella le bastó con verlo, para que su cabeza empiece a rodar. Y es que había algo en su manera de hablar que la cautivó.  Desde pequeña, era su forma de entretenerse. Las historias aparecían en su mente como por arte de magia, creando guiones, construyendo escenarios.  A veces temía cruzar la línea y perder su cordura, pero era más fuerte la tentación de sumergirse en la ficción.  Por esto, no le pareció extraño descubrir su final. Había traspasado ese límite y ya no lo podía controlar.  Podría haber ocurrido en cualquier lugar y con otros espectadores,  pero fue en esa habitación donde todo terminó.  Cuando se abalanzó contra él, interrumpiendo su alocución, no fue suficiente su instinto de supervivencia para frenar su deseo voraz. Al recobrar el sentido, cayó en la cuenta que había perdido. Pero sintió alivio cuando recordó, que por un instante su imaginación había vencido.  Podes acompañar este relato con buena música, yo te sugiero:  Puente - Gustavo Cerati